Lápida de la tumba de CARMEN LUISA DE MONTES IGLESIA DE SAN FRANCISCO. Fotos tomadas el 12 de enero de 2020.
El patrimonio funerario que encontramos en las principales iglesias coloniales del centro histórico de la ciudad nos permite tener toda una página muy especial la espiritualidad y la actitud religiosa, cultural y económica del pensamiento funerario de aquel tiempo.
RECURSO.
ESPACIO SAGRADO.
Durante la dominación española no existían más cementerios que las propias iglesias (San Francisco, Santo Domingo, San Agustín y Catedral de Santiago), pero estos espacios sólo estaban permitidos para las familias con mayor poder socio económico de Santiago, debido a que sólo ellos podían financiar los gastos al adquirir un espacio sagrado a la hora de la muerte. Detrás de estas costumbres, se encontraba el deseo permanente de alcanzar la salvación, asegurada no tan sólo por una buena vida cristiana, sino también por la vinculación secular establecida entre el espacio sagrado de la iglesia -lugar de comunión con los santos y "Casa de Dios"- y el espacio de entierro, donde el alma y el cuerpo entraban en contacto directo con la divinidad, logrando un lugar en la esperada "vida eterna"(León, 1997, p.26). La marginación del resto de la ciudadanía de los lugares oficiales para la muerte era un tema sin importancia social para los más ricos. El acceso económico y religioso era un importante filtro para alcanzar la paz en el más allá. Antes los más pobres de Santiago, eran sepultados en el Hospital San Juan de Dios o en la calle Santa Rosa o calle de las "las Matadas" y en la capilla la Caridad en la actual calle 21 de mayo. El lado oriente del Cerro Santa Lucia acogió a todos aquellos que no merecían una digna sepultura, eran llamados "disidentes", aquellos que no profesaron en vida la religión Católica. [Página 165]
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